“Work for exposure” o “Trabajo por créditos”: ¿funciona realmente?

Muchas horas muertas de confinamiento -después de haber reorganizado todo el catálogo fotográfico-, muchos trabajos cancelados, y varias peticiones de esa misma gente que antes me había pedido presupuesto en grupos de facebook pidiendo “colaboración” para hacer una sesión de fotos. Ese ha sido el resultado, para mi, de toda esta pandemia.

El último punto es lo que me ha llevado a escribir estas líneas, más como reflexión personal y pataleta (sin solución, que tampoco vivo en un mundo de fantasía) que como cualquier otra cosa que se pueda imaginar.

¿Cómo es posible que una empresa pida “un intercambio colaborativo” para crear un catálogo, incluso ofendiéndose si alguien les dice que eso no es ni mucho menos un intercambio?. El famoso “work for exposure”, o el “reconocimiento”, “trabajo por los créditos”, o como a mi me gusta llamarlo, el “tengo la jeta más dura que un Moái”.

Analicemos la situación: una empresa, que supuestamente lo hace bien (contrata empleados, paga impuestos… esas cosas que se hacen cuando se hacen las cosas bien, vamos), pretende ahorrarse unos euros a costa de la imagen que va a vender. Busca varios profesionales, pide presupuestos, y se queda con la que (a su juicio) es la mejor oferta. Hasta ahí todo correcto. En condiciones normales, la sesión se llevaría a cabo, el/la modelo cobraría, el fotógrafo cobraría, el resto del equipo (maquillaje, peluquería, asistentes…) cobrarían, y todos tan contentos: el cliente tendría un producto final de una cierta calidad, acorde al presupuesto invertido, y un contrato con la cesión de los derechos de uso necesarios, con una factura con su IVA correspondiente que podría desgravar, y en definitiva, todas las zarandajas legales que hacen que el sistema en el que vivimos se sostenga.

Pero en una de estas, alguien le dice al empresario “Y por qué no lo intentamos hacer gratis?”. El empresario, obviamente, da palmas con las orejas. Un coste menos, más beneficio. Y total, son fotos, las puede hacer cualquiera!. Así que el empresario busca en San Google “fotos gratis”, descarta las páginas de venta de fotos de stock, las de fotos cochinas -por el qué dirá su mujer- y llega a Facebook, a los grupos de intercambio.

Le sonará a chino (o a cualquier otra cosa, ejem), y directamente expondrá su argumento: es un trabajo, no te vamos a pagar, pero oye, ¡vamos a decir que las fotos son tuyas!. Un acuerdo que, por supuesto, el empresario ve tremendo: a él le salen las fotos gratis, el fotógrafo “coge experiencia”, el modelo igual, la peluquería y el maquillaje… ¿para qué? ¡Si se trata de vender prendas de ropa!. “Pero tranquilo, que para la siguiente que haya presupuesto, te llamamos”.

El problema viene cuando la gente acepta este tipo de acuerdos. El empresario, por norma general, querrá un producto (las fotos) bien acabado, con un cierto nivel de profesionalidad. Que si la prenda es verde, no se vea aguamarina, por ejemplo. Que las sombras no echen por tierra el esfuerzo que les ha costado a los pobrecitos niños de Bangladesh coser el vestidazo, que ha quedado monérrimo. Así que si la cagas, el señor empresario (o uno de sus esbirros, probablemente el que le dijo que las fotos se pueden tener gratis) estará encima de ti diciéndote que así no, que eso no le vale, que vuelvas a hacerlo, y que lo necesita para ayer, que la pasarela de la Villaconejos de Abajo Fasion Wik, es en dos semanas y le dicen de la organización que los catálogos tienen que estar para por lo menos el día antes. Y con lo que le ha costado el desfile de la VAFW, que mejor lo tienes listo, porque si no, que para qué te comprometes, que va a poner en Facebook que eres un mierdafotógrafo que solo quiere ver a los modelos cambiándose.

Dolores, dolores de cabeza everywhere. Pero al menos, va a aparecer tu nombre en el catálogo. O no, que es probable que al maquetador se le haya olvidado, o que cuando intentes ir a esa misma VAFW para, ya que estás, hacer alguna foto de la pasarela, tu nombre no esté entre los acreditados. Vamos, que te has tirado con suerte quince días (entre preparación, toma y edición), para nada. Y sí, nada, porque con sus créditos en la foto -si es que aparecen-, no vas a conseguir absolutamente nada. Nadie va a llamarte para hacer otro catálogo (cobrando), porque antes llamarán al empresario, y éste les dirá que se lo hiciste gratis… y si ya lo has hecho una vez, ¿por qué no lo vas a hacer dos? ¿O doscientas?